Resulta paradójico que un gran número de convenios bilaterales, de libre comercio, de intercambios culturales y científicos se vean borrados de un zarpazo como está a punto de suceder.
Si bien tales acuerdos no constituyen un beneficio general –por ende los TLC no equivalen a: ”tender, loving care”- una minuciosa revisión y corrección de sus parámetros podrían llevar a gestiones más exitosas.
Estas gestiones no pueden ser aplicadas con el mismo rigor en todos los sectores y mucho menos en todas las regiones, con sus poco equitativas circunstancias.
Obviamente han generado resultados fallidos en algunos casos.
La revolución informática y la cada vez más activa interdependencia entre los países, estrechan los lazos entre mercados, grupos sociales y culturas en una continua transformación de identidades individuales. Este dinámico proceso de globalización no tiene vuelta atrás por más que se erijan muros virtuales o físicos. Las culturas hoy por hoy son una amalgama de influencias moduladas por el paso de los eventos políticos e históricos. No pueden ser aisladas como ciertos individuos pretenden en su total negación de aceptar los cambios. Esta actitud lo único que genera es ira.
Una ira peligrosa, castrante y temible que se avalancha con ímpetu ahora. Solo un cambio de actitud hacia las migraciones masivas y la dispersión de sus culturas con una perspectiva enriquecedora y no únicamente de rechazo como se manifiesta continuamente pueden lograr un paso hacia un mejor porvenir. Porvenir en el cual todas las manifestaciones artísticas tienen un papel fundamental.